miércoles, 31 de marzo de 2010

El Cuadro Mejor Vendido

Paisaje vigoroso y trágico sumergido en esas extraña luz del Valle de México que todo lo define y todo lo ensombrece - lomas pedregosas sembradas de pirúes, conos volcánicos erguidos sobre la planicie - ondulaciones de la montañas azules como el mar.
El artista trabajaba con una lentitud que revelaba el grande amor que ponía en su obra,o dicho de otro modo, la evidente dificultad para hacer visibles las sensaciones recibidas.
Lo hacía de pie en un pequeño espacio que se extendía delante de una casita de adobes, la última en el extremo del pueblo de Santa María Aztahuacán, viejo poblado de los antiguos aztecas, próspero hacía muchos siglos, con su fabuloso comercio de plumas de garza; hoy pobre, silencioso,adormecido en un abandono sin remedio.
El lago que se extendia en la maravillosa cuenca del Valle de México se alejó del pueblo de Aztahuacán al llamado de la civilización que nesecitaba tierras y mas tierras para sembrar en ellas ilusiones y más iluciones.Sobre ellas - sobre las tierras y sobre las ilusiones - viven, ahora, una vida miserable los antiguos comerciantes de las albas y elegantes aves que dieron renombre y bienestar a todos los pueblos se la margen oriental de las lagunas de Anáhuac.
Algunos de los habitantesde Aztahuacán -"lugar de los que tienen garzas"- conservan muy puro su tipo azteca, las costumbres y el lenguaje de aquella raza, especialmente las mujeres. Las dos que vivían en la pequeña casita de adobes grises junto a la cual el pinto trabajaba en su paisaje eran de este tipo. Serias, casi adustas,revestidas de una dignidad casi religiosa, suaves en su maneras, muy cuidadosas de sus palabras, y de una cortesiá espontánea, pero sobria; se deleitaban, mirando desde lejos, el desarrollo de la obra del artista, al que no se arevían a interrrumpir. Cuando el cuadro estuvo ya bastante adelantado, una de las mujeres, precisamente la dueña de la casa, se acercó despacito y le preguntó si podía mirar el cuadro más a su gusto.
-Segurom me complacerá mucho que usted lo vea con detenimiento.
Y colocando la tela junto a una cerca de piedra, puso ante los ojos de aquella admiradora indigena lo que su pincel de artista enamorado habia podido fijar en una insuficiente superficie plana. La mujer contempló la pintura detenidamente, con un interés profundo. La comparaba con el paisaje real, y esta comparación engendrada ciertos movimientos admirativos, de sus manos. El examen fue largo. Cuando hubo terminado, se volvió hacia el pinto y dijo esta frase profunda:
-No es lo mismo, pero está mas bonito qui en la pintura, que allá donde lo hizo Dios Nuestro Señor. Será, agregó en todo de duda, que en estas cosas ponemos la inteligencia que Dios nos dio.
Al Pintor no le sorprendió aquel lenguaje porque conocía el sentir de esta gente india, su pronfudo espíritu de observación, su amor a las cosas del arte,vistudes heredadas por generaciones y generaciones que no ha podido destruir la bárbara educación contemporánea.
La amistad que nació de la admiración de aquella mujer por la obra del artista fue creciendo a medida que la pintura avanzaba y, cuando ésta estuvo terminada y fue exhibida con toda modestia en el interior de la casita, la mujer se atrevio a preguntar si aquel paisaje pintado era muy caro. Su autor comprendio rápidamente que la mujer tenía interés en poseerlo, y abrió las puertas a su deseo.
-No - contestó - , yo los vendo bastante baratos.
- Ojalá y así sea, porque yo se lo que quiero comprar a usted - dijo en voz baja, con cierta timidez, como presintiendo que jamás podría obtenerlo.
-Como usted ha sido tan amable, y le gusta tanto mi pintura, se lo voy a vender por cinco pesos.
La compradora sonrió con suave sonrisa, juntó las manos en actitud devota y dijo muy emocionada:
- Tengo los cinco pesos, pero la verdad es que no es justo que usted me dé ese cuadro por tan poco dinero. Tanto trabajo que le ha costado,tanta pintura que ha gastado. Y luego, figúrese, nomás en puros camiones se le han ido a usted los cinco pesos y me lo deja usted aqui algunos días, prestado, para estalo viendo.
- No, señora, se lo vendo a usted por ese dinero y con todo y marco.
La mujer, obedeciendo al deseo de que aquella obra no fuese ya tocada, objetó con mucha cortesía:
-Yo quiero el cuadro sin marco. Asi está muy bien. Ya no necesita nada más.
La admiradora indígna cogió la tela con un respeto religioso y la colgó en un lugar que ya había escogido de antemano. Luego se dirigió a una ollita con monedas - monedas de níquel, de plata y de cobre- . Apenas se ajustaron los cinco pesos. Y como quien pone una ofrenda en un altar, la admiradora puso en manos del pintor aquella suma que seguramente le había costado muchos sacrificios reunir.
-Aqui están, señor - dijo profundamente conmovida, y dirigiendo los ojos al cuadro agregó:
- ¡Nunca me cansaré de verlo!
Y el cuadro se quedó dentro de aquella pequeña casita de abobes grises, colgado de la pared, más honrado y más lleno de gloria que en el más famoso museo del universo.

Dr. Atl

No hay comentarios:

Publicar un comentario